By: Yuliana Loria Villalobos
“Tiyita bea lo que me han hecho” Estupro e Incesto en
Costa Rica (1800-1850)
Eugenia Rodríguez Sáenz
La violencia sexual es algo que hasta el día de hoy no
se ha podido erradicar aun teniendo leyes que castiguen el hecho. La lectura
permite al lector encontrarse con diversas situaciones centradas en Costa Rica,
manteniendo al tanto de cómo ha sido el trato del Gobierno y sus autoridades
ante tales agresiones sin límites. Como nos da a entender la lectura, la
familia (principalmente de zonas rurales y alejadas del Valle) es el eje
central de los casos costarricenses desde el pasado hasta el presente, donde los
principales agresores son padres, tíos, abuelos o amigos de la familia.
Me parece realmente triste darme cuenta de que, al
leer los diversos casos encontrados en el Archivo Nacional y cómo resolvieron
el problema de cada víctima, no haya cambiado en nada la manera de ver la
gravedad de un estupro e incesto. Tanto la sociedad como las autoridades tachan
a la víctima como una persona totalmente responsable por lo sucedido, como una
cómplice más de la agresión o acoso sexual que recibió. A pesar de la evolución
de las leyes y de la gran libertad que la sociedad tiene en comparación con el
pasado, las victimas siguen siendo las provocadoras de su propio abuso y
destino ya sea por su manera de vestir, por responderle un saludo a un hombre,
por rechazar una propuesta de matrimonio o por ser simplemente mujer.
La lectura da paso a entender los diversos
procedimientos que a lo largo de los años se han realizado en los juicios para
lograr determinar la veracidad y sentencia correcta que se dará. Nos habla de
cómo todo era encabezado por una figura masculina, dejando de lado a las
mujeres que en ese entonces no tenían mucho poder ante la justicia. Era común
encontrarse casos que involucraban a chicas menores de edad entre los 14 a los
16 años que eran sometidas a estos procesos legales principalmente cuando
quedaba embarazada del agresor.
Para toda la familia de la víctima era una deshonra
que le pasara esto a una de sus hijas ya que estas se debían mantener puras
para el matrimonio, y por esto es por lo que muchas de estas trataban de
mantenerlo en secreto para evitar que la sociedad los dejara en la esquina de
la humillación. Muchos casos de estos terminaron en proceso por los mismos
rumores y chismes que nunca se le escapa a la vecindad o por el mismo agresor, sin
embargo, la misma victima nunca tenía el poder de expresarse por el terrible
miedo que nacía en su interior. Aún en la actualidad se pueden encontrar
núcleos familiares que solo piensan en la vergüenza que les causa el suceso
ante la ciudadanía sin pensar en la gran cicatriz psicológica que queda en la
mente de sus niñas.
Podemos notar también que el testimonio de los
ciudadanos, las víctimas y los agresores no han cambiado mucho en los últimos
años, principalmente el de los agresores que se defienden con el decir de que
ellas son las que los provocan y que como ser humano les fue imposible
resistirse. A las victimas les realizaban exámenes físicos como en la
actualidad para lograr encontrar indicios de la agresión contra estas niñas, el
cual era realizado especialmente por mujeres, pero hablado ante la corte por
hombres. Este es una de nuestras ventajas en la actualidad, ya que la figura
masculina se fue desvaneciendo poco a poco, incluyendo a los procesos
judiciales a las mujeres y su testimonio propio.
Sin embargo, muchas de las sentencias no protegían a la
víctima del agresor en el pasado e incluso en algunos de los casos actuales.
Las mujeres, como se dijo anteriormente, eran tachadas de impuras y deshonradas
por la pérdida de su virginidad, cosa que les jugaba un papel contrario a lo
que deberían obtener al denunciar. Los casos de las niñas pequeñas se resolvían
más rápido que los de las jóvenes más grandes, cosa que hacía temer a las víctimas
a la hora de pensar en ir a denunciar. En el pasado, a las chicas tambien les
imponían castigos por la falta de responsabilidad al cuidar su honor. Me parece
totalmente injusto ya que las supersticiones que se tenían antes dañaban a las
generaciones y normalizaban la conducta del hombre abusador.
Las chicas se catalogaban como cómplices, y las
sometían a reclusión durante años, o incluso las casaban con sus mismos
agresores. Era una barbaridad que familias y autoridades permitieran tales
actos, pero así sucedía según lo entendido en la lectura. En mi opinión, aún
seguimos observando los rastros de este tipo de control judicial, aún las
chicas temen ser juzgadas, ser más maltratadas de lo que ya fueron. Temen
hablar por la gran culpabilidad que le hace sentir la sociedad por algo que no
hizo, mientras los agresores siguen persiguiéndolas, torturándolas y matándolas
poco a poco. Y es realmente cierto porque hasta que la chica reciba las
verdaderas y preocupantes consecuencias de la muerte, es donde el Gobierno, la
familia y la ciudadanía actúan.
LIBRO DISPONIBLE EN: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/2670/2621
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