La
evaluación de los aprendizajes está sujeta a las normas de planeamiento
didáctico, con elementos implicados como: alumno, metodología, conocimiento,
contexto, recursos y resultados. Por todo esto y por la importancia que ha
tomado, esta actividad ya no es tomada únicamente como una parte del proceso,
sino más bien como un quehacer integral en este proceso, esto ha facilitado que
esta disciplina sea vista con mayor propiedad
y protagonismo, y a su vez esto ha llevado a que esta disciplina sea
objeto de un estudio más crítico y exhaustivo para que de esta forma su
aplicación de resultados más efectivos y satisfactorios.
Desde
un enfoque constructivista del aprendizaje se pueden concluir cinco etapas de
un diseño didáctico para la correcta evaluación de los aprendizajes; la primera
fase llamada conceptual, cumple con la función de su nombre y determina el
marco conceptual que sirve de referencia y plantea la pregunta de qué y cómo
evaluar. La
segunda fase llamada anticipativa funciona para establecer objetivos y
estrategias, una etapa de planear criterios y cronogramas para pasar a la
tercera etapa, también llamada organizativa en la que se debe interactuar con
los alumnos con el propósito de definir y dialogar sobre la organización del
proceso. La
etapa ejecutiva es cuando se materializa operativamente la evaluación, el
momento de aplicar pruebas, realizar observaciones y se establecen juicios para
tomar decisiones y de esta forma proceder a la etapa reflexiva en la que la
evaluación es sometida a juicio y se obtienen resultados para que los
evaluadores reflexionen al respecto.
El perfil del evaluador en una
nueva cultura evaluativa
En
todo proceso la figura del realizador es determinante y de gran
responsabilidad. En la evaluación de los aprendizajes, esta figura no solo es
clave sino que su papel exige un buen grado de conocimiento, madurez, criterio
técnico, sentido común junto con la buena dosis de sensibilidad humana. Es
decir, el docente-evaluador debe tener la habilidad de sobrellevar su rol de
fiscalizador y cuantificador en simbiosis con su papel de motivador, conductor,
orientador y sobre todo, facilitador de del proceso de enseñanza aprendizaje.
De esta forma y basados en el criterio de que nadie enseña a nadie, sino que la
persona aprende cuando desea incorporar por sí misma, esquemas de aprendizaje,
el docente adquiere un papel fundamental ya que es quien se encarga de
facilitar dichos esquemas e incentivar e interesar a los estudiantes a aprender
de esta forma, mostrando el mundo de conocimiento al que se pueden sumergir
gracias a él.
Según lo anterior se
pueden deducir algunos de los principales propósitos a alcanzar para lograr una
nueva y apropiada cultura evaluativa en las aulas:
- Erradicar el concepto de evaluación como instrumento de autoridad y establecer el criterio de proceso evaluativo.
- Conformar una verdadera didáctica de la evaluación con sus fases de planeamiento, diseño y ejecución.
- Permitir que el proceso evaluativo sea permanente, didáctico, dinámico, democrático, integral y flexible.
- Insistir para que la evaluación no valore solo productos sino también procesos, tratando de respetar en lo posible la individualidad de los estudiantes.
- Integrar en la nueva cultura evaluativa todos los elementos involucrados: docentes, alumnos, instituciones, sistema educativo, entorno y padres de familia.
- Propiciar la participación activa del estudiante, para que la evaluación sea de carácter formativa y significativa.
- Utilizar la autoevaluación y la coevaluación como valiosas estrategias, que propicien en el estudiante la autocrítica, honradez y responsabilidad.
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